Cuba, 11 de julio de 2021: “un antes” y “un después”*

Janette Habel

Publicado originalmente en Contretemps, núm. 52, enero de 2022, pp. 104-127, con el título “Cuba 11 juillet 2021, « un avant » et « un après »” y reproducido en Ensemble Insoumis-es el 3 de marzo de 2022. Corregido y actualizado por la propia autora a propósito de su traducción al español y adaptación por Rolando Prats para Patrias. Actos y Letras. Se han aumentado, revisado, actualizado y corregido igualmente las notas para mejor remitir al lector en español a las fuentes citadas y subsanar errores y lagunas. Todas las citas se han cotejado con las fuentes originales. Cuando la fuente original lo era en otra lengua que el español, la traducción es del traductor. La presente traducción no se hace deudora de la publicada anteriormente en la revista Viento Sur el 19 de febrero de 2022.

Janette Habel es investigadora y activista política francesa. Profesora del Instituto de Altos Estudios sobre América Latina (Universidad de la Sorbona Nueva – París III). Copresidenta de la Fundación Copernic. Miembro del Parlamento de la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES). Autora de Ruptures à Cuba (La Brèche, 1992). Ha escrito extensamente sobre Cuba.

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Desde la explosión social del 11 de julio de 2021 en Cuba, las interpretaciones de los acontecimientos obedecen más a los presupuestos ideológicos de sus autores que a un análisis geopolítico. Ha llegado la crisis tantas veces anunciada[1], esperada por algunos, temida por otros. Las esperanzas suscitadas por la apertura iniciada por Barak Obama de que se atenuarían las brutales sanciones económicas, comerciales y financieras impuestas desde hace seis décadas por Washington se revelaron vanas. Cerrado el paréntesis Obama, la administración estadounidense volvió a la doctrina de Georges W. Bush, según la cual Cuba constituía “una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos”. La estrategia de estrangulamiento puesta en práctica por Trump ha continuado con su sucesor Joe Biden, a despecho de las promesas electorales de este último, quien acaba de mantener a Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo[2] y de recrudecer las sanciones, a causa de la presunta exportación de mano de obra con grandes índices de trabajo forzado, en particular en lo que se refiere a las misiones médicas en el extranjero[3].  El ensañamiento estadounidense no ha cesado jamás. En lo esencial, la Unión Europea, a pesar de verse afectada por la extraterritorialidad de las leyes estadounidenses, no se ha quedado atrás. Todo análisis riguroso de la Revolución cubana debería partir de esos datos[4], aunque contextualizar no equivalga a absolver.

Confrontado a dificultades económicas, sociales y políticas, el Gobierno cubano tuvo que hacer frente a una crisis sanitaria imprevista y sin precedentes. Desafío que debe afrontar sin la autoridad y la legitimidad histórica de un Fidel Castro, en circunstancias en que la pandemia de COVID-19, la interrupción de los flujos turísticos y la disminución de los ingresos procedentes de las brigadas médicas enviadas al extranjero se suman a un embargo que no logran compensar ni la ayuda parsimoniosa de Rusia ni la ayuda interesada de China. Condenada a la supervivencia, ¿puede resistir sola esta isla? Hace poco más de medio siglo, Ernesto Che Guevara respondió a esa pregunta emprendiendo una azarosa expedición boliviana en condiciones que todavía hoy siguen siendo opacas. La Revolución cubana, esa paradoja geopolítica, se ve ahora condenada al cambio ante una encrucijada que un exdiplomático en La Habana resume en los siguientes términos: “Sin los subsidios venezolanos, el turismo y las remesas, Cuba no se las puede arreglar para comprar en el exterior el 80 % de lo que consume. Cuestión de aritmética… La COVID, el endurecimiento del embargo y el fiasco venezolano han puesto al desnudo una cruel realidad. La salvación habría podido venir de Biden, de haber este levantado las medidas adoptadas por Trump por temor al caos, pero no va a regalarle a Trump la Florida en las próximas elecciones de mitad de mandato. Los cubanos están a pan y agua, racionados, sin otro margen de maniobra que abrir de golpe el sistema: sobrevendría el caos y sálvese quien pueda, de eso no queda duda. Todo el mundo lo sabe, todo el mundo lo teme y todo el mundo intenta mantenerse bien que mal.” (Comunicación privada con la autora).

Un giro histórico, una nueva realidad socio-política

Las manifestaciones del 11 de julio de 2021 en Cuba han marcado un giro en la historia de la Revolución. Contrariamente a algunos relatos, la movilización de agosto de 1994 no era comparable con las del 11 de julio de 2021. Ni por su amplitud y extensión territorial, ni por sus consignas, ni por la manera en que se resolvió. En 1994, en el contexto de una crisis provocada por el cese de las relaciones comerciales privilegiadas con la Unión Soviética, la explosión de una epidemia de neuritis óptica, las carencias alimentarias y los cortes de electricidad provocaron el éxodo de muchos cubanos. La actuación de la policía contra los balseros que partían para la Florida provocó una manifestación hostil. Se rompieron cristales, se produjeron altercados, pero la intervención de Fidel Castro, quien avanzó solo hacia quienes protestaban, había interrumpido la movilización popular. Se oyeron gritos de ¡Viva Fidel! El escritor Manuel Vázquez Montalbán cuenta el episodio en su libro Y Dios entró en La Habana. Como ilustración simbólica de la dificultad de la sucesión en marcha, la repetición del gesto de Fidel Castro por el Presidente Díaz-Canel al trasladarse a San Antonio de los Baños, lugar de la primera manifestación el 11 de julio de 2021, no fue sino una pálida réplica.

Desde la victoria de 1959 no se habían producido en la isla manifestaciones de esa amplitud. Más significativo aún fue el hecho de que las reivindicaciones de los participantes mostraran su diversidad social y política. Si bien los gritos de ¡Abajo la dictadura! o ¡Libertad! se circunscribían a algunos grupos politizados hostiles al régimen, otros protestaban contra la penuria alimentaria, la pandemia o la falta de medicamentos. Sin olvidar la revuelta suscitada por la existencia de comercios especiales accesibles solamente a los titulares de tarjetas de crédito en divisas.

Al cabo de los años la sociedad cubana se ha diversificado social y culturalmente y se ha fragmentado políticamente. Como constata Rafael Hernández, director de la revista Temas, existe “una crisis de normas y valores, ampliamente debatida en diversos espacios y medios públicos. Asimismo, se ha apuntado el debilitamiento del sentido de pertenencia; y la reproducción de la marginalidad y sus conductas típicas, dentro de barrios y grupos sociales subalternos, pero también la proliferación del delito en otros espacios sociales e institucionales, donde crece la corrupción. En cuanto a la desesperanza, el arte y la literatura difundidos en la Isla son un buen espejo (…) [E]l consenso se ha hecho más heterogéneo y contradictorio en Cuba [y] ha incorporado el disentimiento (…) A diferencia de períodos precedentes, los ciudadanos pueden (…) juzgar [a sus dirigentes] (…), elogiarlos o burlarse abiertamente de ellos[5].”

Al Gobierno lo tomó por sorpresa el movimiento social de julio. La expansión de Internet ha hecho posible el acceso a informaciones antes inaccesibles, y así las redes sociales facilitaron la difusión de los llamamientos a las manifestaciones, mientras los dirigentes del Partido Comunista (PCC) han quedado prisioneros de un programa anticuado. Sin embargo, los acontecimientos del 27 de noviembre de 2020 deberían haberles servido de alarma de incendio, después de una sentada de unos 300 artistas frente a la sede del Ministerio de Cultura para exigir una reunión con el Ministro. La protesta tenía como blanco el Decreto Ley 349, en vigor desde 2018, que obliga a los artistas a registrar su actividad y su producción en el Ministerio, amenazando así su libertad de creación. Los artistas denunciaban también intervenciones policiales y la detención de raperos disidentes, como Denis Solís, y la de Luis Manuel Otero Alcántara, dirigente del movimiento de oposición San Isidro, a las que había sucedido, el 18 de mayo de 2021, la de Maykel Osorbo. El número, la juventud y la diversidad de los artistas e intelectuales movilizados, así como la presencia entre ellos de partidarios de la Revolución, eran señal de un malestar que desbordaba las esferas artísticas e intelectuales. Una alerta señalada por la historiadora Alina Bárbara López Hernández: “Desde antes del 11 de julio, era evidente que Cuba necesitaba enrumbar por una senda que produjera cambios sustantivos en su desgastado modelo económico y político. El estallido social descubrió la urgencia de ese itinerario[6].” Incluso antes de la explosión de la pandemia, la sociedad cubana se enfrentaba a múltiples crisis: crisis económica y social agudizada por las disfunciones burocráticas de la administración; crisis del PCC, camisa de fuerza política esclerotizada; crisis generacional tras el prolongado mantenimiento en el poder de la generación histórica. Los debates ideológicos que atraviesan a la izquierda continental, el nuevo constitucionalismo latinoamericano, las exigencias ecológicas, el reconocimiento de las minorías LGBT, permean a las nuevas generaciones cubanas a contracorriente de los discursos oficiales.

La sociedad cubana ha cambiado. Ya no se divide entre “revolucionarios”“contrarrevolucionarios”, como durante los primeros años, cuando los “gusanos”—como se llamaba a los traidores anticastristas— intentaron en 1961 invadir la isla por Bahía de Cochinos. Desde los años sesenta, la historia ha seguido su curso, se han sucedido cuatro generaciones. La mayoría de la población nació después de la Revolución, no conoció la dictadura de Batista, tampoco se benefició de la versión cubana de los “treinta gloriosos”. Entre 1960 y 1990, gracias a las ventajosas relaciones comerciales con la URSS, la población se benefició de un sistema de salud, una educación y una protección social gratuitas y universales, de un nivel de vida caracterizado por el pleno empleo y por el derecho a una jubilación decente. Los más pobres, sobre todo la población negra, conocieron un ascenso social espectacular. Ese modesto bienestar estaba asegurado por un nivel de vida austero pero tranquilizador, reconocido como tal por la población. Para los intelectuales y artistas, sin embargo, fue una época sombría —cuyo punto más bajo fueron los años setenta, calificados de “quinquenio gris” (1971-1976) o de “decenio negro” [7], marcada por el sello de la censura.

Pero desde el hundimiento de la Unión Soviética, en este inicio de siglo XXI, las jóvenes generaciones no han conocido —con la excepción de la primera década latinoamericana que siguió a la elección de Hugo Chávez en Venezuela— más que una sucesión de crisis. Las causas de la quiebra del “socialismo real”, la planificación burocrática, la amplitud y la gravedad de los crímenes del estalinismo, no han sido nunca objeto de análisis oficial. Algunos dirigentes atribuyeron la implosión de la Unión Soviética a un complot de la CIA o a la credulidad de Gorbachov ante la promesa de George H. Bush de no cuestionar el statu quo de Alemania oriental y de Berlín. El intento de golpe de Estado contra Gorbachov por parte de algunos generales del ejército soviético en agosto de 1991 no fue condenado por Fidel Castro. Lejos de extraer lecciones de esos acontecimientos, en 2002, diez años después de la desintegración de la Unión Soviética, hizo aprobar un artículo constitucional que proclamaba “irrevocable” el socialismo.

El respiro que concedieron los acuerdos petroleros concertados con Hugo Chávez, en condiciones sumamente favorables, a comienzos del siglo XXI (sin olvidar los acuerdos negociados con el Brasil de Lula), no habría de durar. La muerte de Chávez en 2013 y las fluctuaciones a la baja de los precios de las materias primas y, sobre todo, del petróleo habrían de provocar un cambio brutal en la situación. Los recursos financieros conseguidos con el envío de brigadas médicas cubanas a América Latina estaban sometidos a las incertidumbres de la coyuntura política, caracterizada por los reveses sufridos por los gobiernos nacional-populares. Resultaban patentes los atolladeros estructurales del sistema, agravados por la dependencia de las importaciones alimentarias.

Una vez más, la necesidad de un apoyo externo ponía al descubierto la vulnerabilidad de la Revolución cubana. Se promovió entonces el turismo —la industria sin humo— como vector rápido de recuperación de las divisas indispensables. Pero su desarrollo vino acompañado de desigualdades sociales y raciales. A menudo, los operadores turísticos extranjeros excluían de los puestos de trabajo en los hoteles a los cubanos negros.

Fidel Castro, poco inclinado al turismo, cuyos efectos deletéreos temía, pero forzado por las condiciones económicas y financieras, intentó recuperar el proyecto igualitario de la Revolución. En 1999, emprendió una batalla política e ideológica, la “batalla de ideas”, en defensa de la justicia social y de la soberanía nacional. Pero su voluntarismo y los excesos de sus protagonistas, sobre todo de dos dirigentes de la Juventud Comunista, Carmen Rosa y Hassan Pérez, a quienes a veces se comparaba a “guardias rojos”, pronto se revelaron incoherentes, desordenados y contraproducentes. Las críticas hacia el Comandante en Jefe, siempre discretas, seguían siendo sin embargo amortiguadas. Se atribuían a sus problemas de salud —un desmayo durante un discurso en 2001 y, después, una caída en 2004— los discursos en que rememoraba las hazañas de la Sierra Maestra. Algunos jóvenes comenzaron a llamarlo el loco. El carisma del Comandante en Jefe se había rutinizado[8], al mismo tiempo que sus repetidos cambios de orientación económica, un paso adelante y dos pasos atrás, habían contribuido a desorganizar la planificación.

La Habana. Cuba. 13 de julio de 2021. (AP Photo/Eliana Aponte).

De Fidel a Raúl, los desafíos de la sucesión

Gravemente enfermo en 2006, Fidel Castro cedió la presidencia a su hermano Raúl en 2008. La sucesión política, prevista desde hacía mucho tiempo, transcurrió sin tropiezos. Pero la política económica habría de bifurcarse. Veinte años después del fin de la URSS, la crisis económica crónica imponía la necesidad de reformas.

La nueva estrategia propuesta por Raúl Castro reforzaba el papel concedido al mercado, por medio de la ampliación del sector privado y de la apertura al capital extranjero. No había sido sin reticencia que Fidel Castro se sumara a esa estrategia, calificando las reformas de “arma de doble filo”. La aceleración de las reformas de mercado y, después, las negociaciones secretas con la administración Obama —cuyas ilusiones criticó Fidel Castro en un artículo irónicamente titulado “El hermano Obama”— eran señal de un giro político. Sin embargo, la sucesión se llevaba a cabo sin conmociones aparentes y ambos dirigentes preservaban la unidad de la dirección. Pero los cubanos más alertas se preguntaban: ¿“raulistas” o “fidelistas”? ¿Cómo pasar de un liderazgo carismático a una legalidad institucional a la que Fidel Castro hacía poco caso, pero que Raúl Castro, considerado pragmático, parecía encarnar? ¿Cómo reformar sin desestabilizar

La sucesión estabilizó el funcionamiento institucional y aceleró el curso de las reformas de mercado. En una década, bajo la presidencia de Raúl Castro, el país experimentó una convulsión económica y social.

Designado el 31 de julio de 2006 como su sucesor “provisional” por un Fidel Castro enfermo, Raúl Castro fue elegido presidente dos años más tarde. En solemne proclama, Fidel Castro había organizado el interregno. Los términos de la “Proclama del Comandante en Jefe al pueblo de Cuba” no dejaban espacio para la ambigüedad: Raúl Castro debía ocupar “con carácter provisional” las funciones de Primer Secretario del Comité Central, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y Presidente de la República. Los otros responsables políticos designados para acompañar a Raúl Castro se encargarían del seguimiento de los programas de salud y de educación y de la revolución energética. Carlos Lage, de facto Primer Ministro; Felipe Pérez Roque, Ministro de Relaciones Exteriores; Machado Ventura, Esteban Lazo y José Ramón Balaguer, Ministro de Salud, todos miembros del Buró Político[9]. Acusados de haber mantenido posiciones críticas en presencia de un adversario político, Lage y Pérez Roque fueron destituidos de sus cargos y posteriormente apartados por Raúl Castro; uno y otro serían remplazados por figuras de probada lealtad del Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR) que el propio Raúl había dirigido durante medio siglo.

La solemne proclama de Fidel Castro concluía con las siguientes palabras: “La Batalla de ideas seguirá adelante.” Consigna que no habrá de respetar su sucesor. Fidel Castro terminará por renunciar a todos sus títulos y mandatos, definiéndose a sí mismo a partir de entonces como “soldado de las ideas”. Desde ese momento, intervendría con regularidad en Granma, periódico del PCC.

Desde 2007, se perfilan mejor los contornos de la concepción “raulista” de las reformas. Ensayado desde los años noventa en las empresas gestionadas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), el “perfeccionamiento de las empresas” había instaurado criterios de gestión dirigidos a aumentar su rentabilidad y su productividad y reestructurar sus objetivos. Calificado de “el cambio económico más transcendental de la economía cubana”, los artesanos de las reformas se inspiraron en ellos para ampliar su esfera de aplicación. Para Raúl Castro se trataba de poner en marcha “cambios estructurales y de concepto”, “sin prisa, pero sin pausa”. Las nuevas orientaciones económicas (lineamientos) definidas por el Gobierno pusieron en marcha un proceso cuya dinámica socio-política rebasaría el proyecto económico inicial. Para sus partidarios, el espacio ampliado concedido al mercado debía volver a dar una nueva viabilidad al socialismo cubano e impulsar el desarrollo del sector privado en el marco de una economía mixta, otorgando una autonomía inédita a las empresas estatales. La separación de personal excedente de esas empresas afectó a 500.000 puestos de trabajo. Se trataba de “liberar las fuerzas productivas”, eliminar las restricciones que frenaban el desarrollo del sector privado que debía absorber a los asalariados “disponibles”, eufemismo para designar a los trabajadores despedidos, a quienes el auge de las actividades privadas debería permitirles volver a encontrar un empleo[10]. Pero en 2020 esas reformas no siempre habían dado los resultados esperados[11]. Con la excepción de una minoría que se enriqueció, no se tradujeron en mejoras de la vida cotidiana de la población. Sin embargo, como constata la socióloga Mayra Espina, “[l]as reformas en Cuba han ido modificando, bajo el efecto de crisis y cambios políticos, la tradicional estructura del socialismo basado en la centralidad del Estado como empleador y proveedor de bienes y servicios, y han favorecido formaciones sociales heterogéneas, con un ensanchamiento de las diferencias en el ingreso y en el acceso a[l] bienestar[12].”

La “actualización del socialismo”: socialismo, mercado y propiedad privada

Aun cuando se cuestionaba la nacionalización completa de las actividades económicas artesanales, incluidos los comercios y servicios locales, decidida por Fidel Castro en 1968 durante la ofensiva revolucionaria[13], en las altas esferas del Estado no todos coincidían en la necesidad de desarrollar la economía de mercado[14]. ¿Cómo conjugar “la necesidad de diversificar las formas de propiedad y gestión y a la vez preservar la condición socialista del sistema”[15]? El debate sobre la estrategia económica y sus consecuencias políticas se prolongaría durante más de una década. El economista cubano Antonio Romero lo resume de la siguiente forma: “La gradual transformación del sistema de propiedad es uno de los ejes más importantes y polémicos dentro de la evolución del modelo económico cubano. La discusión acerca del rol del sector privado nacional ha estado en el centro del debate público (…) en el contexto de un horizonte todavía mayoritario que reclama la construcción en Cuba de un modelo alternativo al capitalismo, pero donde deben co-existir armónicamente eficacia económica y justicia social (…) [E]l rol del mercado y la necesidad de modificar radicalmente los principios y prácticas de la planificación —que constituyen una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas en la actualidad— están en medio de las discusiones que tienen lugar hoy en día en Cuba; además de otros desafíos como el de la unificación monetaria y cambiaria (…)[16].

Estos intercambios para consumo interno han alcanzado una agudeza sin precedentes desde el gran debate público organizado en los años sesenta por Ernesto Guevara. La articulación entre mercado y planificación, la ampliación de la esfera mercantil y la disminución de las subvenciones concedidas a las empresas públicas deficitarias se han debatido en los tres últimos congresos del PCC. Las orientaciones aprobadas se han “actualizado” una y otra vez y se han “conceptualizado”. Formulaciones que han suscitado demandas de esclarecimiento para eliminar las ambigüedades del modelo de “socialismo de mercado” propuesto. Para el sociólogo Juan Valdés Paz, ese nuevo modelo económico debía asociar imperativamente reformas económicas y democráticas. Pero esa opinión no era compartida por muchos cuadros dirigentes del partido.

La “actualización del socialismo” ha modificado la naturaleza del proyecto social de los inicios de la Revolución. Las sociólogas cubanas Mayra Espina y Dayma Echevarría recuerdan que aunque su objetivo inicial era “el avance progresivo hacia la igualdad social (…) el primer elemento (…) implícito [de la reforma] (…) es la centralidad de la equidad como horizonte de las políticas sociales”. Lo que constituye una novedad, pues ya no se trata de igualdad y de solidaridad, sino solo de “disminuir las desigualdades extremas o ilegítimas[17]”. Raúl Castro critica públicamente el “igualitarismo” y el “paternalismo” y alaba los méritos de la “equidad”. Preconiza una política social dirigida hacia los más pobres. Una concepción resentida por estos últimos como una caridad humillante y discriminatoria. Para el nuevo Presidente, en Cuba hay que acabar con prácticas que “permiten vivir sin trabajar”, palabras acusadoras que suscitaron numerosas protestas.

Otro cambio es la reconfiguración del sistema de propiedad que introduce formas de propiedad no estatales, un micro empresariado, la creación de micro, pequeñas y medianas empresas privadas (MIPYMES) cubanas o extranjeras. Cambio también del papel del Estado en la redistribución de las políticas sociales. Ya no es el único empleador ni el único garante de los ingresos de los trabajadores o de su seguridad social. Se recomienda la supresión gradual de los productos subvencionados de la libreta de abastecimiento, de las “gratuidades indebidas” y de las “subvenciones excesivas”. Esa política destinada a combatir las “desigualdades ilegítimas” se asemeja a una política asistencial y no tiene precedentes en las políticas sociales anteriores cuya columna vertebral era la solidaridad, lo que contribuyó a la resistencia popular. Se han subestimado las consecuencias sociales de la “actualización”. Mayra Espina y Dayma Echevarría se preguntan por la pobreza que golpea a amplios sectores de la población, una pobreza calificada de “vulnerabilidad” en los discursos oficiales. Destacan la escasez de referencias a las desigualdades de raza y de género y a sus consecuencias en materia de empleo, vivienda e ingresos. La pobreza y las desigualdades han afectado a las categorías más desfavorecidas, las personas mayores, las madres solteras, los negros y los mestizos. La introducción de criterios selectivos ha transferido a las familias responsabilidades antes asumidas por el Estado. Como indica Rafael Hernández, “[l]as protestas [del 11 de julio de 2021] ofrecen lecciones a todos los que quieran leerlas. Podrían enseñar a algunos economistas que el éxito de las reformas no depende solo de resolver técnicamente la planificación, el mercado, la empresa estatal socialista o el sector privado, sino de abordar problemas como la redistribución del ingreso, la estratificación del consumo, los espacios económicamente ‘luminosos’ u ‘oscuros’ colindantes, las desigualdades y retrancas territoriales y locales, el estado de las fuerzas productivas llamadas los trabajadores[18].” Raúl Castro ya lo había recordado en su informe central al VIII Congreso del PCC: “No resulta ocioso reiterar que las decisiones en la economía en ningún caso pueden generar una ruptura con los ideales de justicia e igualdad de la Revolución.” Ruptura que está inscrita en la dinámica de esas reformas. Reformas que, por otro lado, han traído consigo tensiones persistentes entre los cuadros políticos y administrativos del PCC y quienes por su posición económica son favorables a la “actualización” del modelo. Los proyectos de reducción del aparato del Estado, de su papel político, los cambios económicos y los ajustes ideológicos provocan una gran resistencia en el seno de la burocracia del partido. La situación económica y social de esa burocracia se ve amenazada por el aumento de la autonomía de las empresas y el menor peso del PCC en ellas. Como constata Andrés Serbin, “(…) la cultura burocrática existente y las instituciones verticales y rígidas y algunos de los actores vinculados a estas estructuras (…) se constituyen en un obstáculo para las medidas en curso y dan pie a sectores de la dirigencia política y del aparato estatal para cuestionar el proceso en marcha[19]”. Raúl Castro no ha escatimado críticas hacia esa “vieja mentalidad”, aunque sin definir su significado.

Las reformas anunciadas en 2007 debían garantizar una cierta prosperidad económica. Para explicar su lentitud y sus dificultades, algunos responsables cuestionaban el retraso en su aplicación y los retrocesos. El 16 de abril de 2016, en la inauguración del VI Congreso del PCC, Raúl Castro rechazó determinadas fórmulas de privatización de la economía cubana. Y a comienzos del mes de agosto de 2017, el gobierno suspendió por tiempo indefinido la concesión de licencias a cuentapropistas[20], suscitando el desacuerdo de varios economistas cubanos[21]. Frente a la especulación y al auge del mercado negro, el Gobierno había decidido restablecer el control de los precios de los productos básicos e impuso a los transportistas privados la entrega de sus mercancías en los mercados estatales, paralizando sus entregas al sector privado. La mayoría de los vendedores ambulantes perdieron entonces sus licencias y desaparecieron de las calles. Pero las dificultades de abastecimiento persistieron, reaparecieron las colas y, con ellas, la protesta popular.

Esos frenazos no dejaron de suscitar especulaciones e interrogantes. ¿Se había puesto coto a la acumulación de capital y a la concentración de riquezas en Cuba por razones ideológicas, como afirmaban algunos críticos? ¿O bien había que incriminar, como hace el historiador cubano Roberto Regalado, “[l]a resiliencia de los manuales soviéticos en Cuba y, por tanto, del vacío teórico y práctico que el PCC arrastra formalmente desde su 4º Congreso (octubre de1991) (…) porque, en realidad, lo arrastra desde [1986][22]”? Persistencia que se explica por la formación inculcada en las escuelas de cuadros del PCC sobre la base de manuales de inspiración estaliniana, denunciados ya por Che Guevara a comienzos de los años sesenta. Pero esa persistencia no explica todo. A diferencia de China o de Vietnam, tantas veces citados, el debilitamiento de la solidaridad y de los lazos sociales amenaza la cohesión nacional y la estabilidad del régimen. La proximidad de la diáspora cubana asentada en la Florida, en territorio del “enemigo hereditario”, la radical hostilidad de sus sectores más poderosos, su influencia electoral en un Swing State cuyo peso resulta decisivo en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, hacen muy difícil la normalización necesaria de las relaciones con un mercado situado a 200 kilómetros de las costas cubanas.

La pandemia y la crisis sanitaria han sido el revelador y el detonante de la explosión social, agravada por la falta de medicamentos y de material médico y quirúrgico a causa del embargo impuesto por los Estados Unidos. En agosto de 2021, en una reunión por videoconferencia con las provincias, el Presidente Miguel Díaz-Canel así lo había señalado: “Estamos al límite de las capacidades de infraestructura, de recursos, de medicamentos y de oxígeno.”

Cuestionamiento de la prioridad otorgada al turismo

Para hacer frente a la crisis, el turismo, que representa una importante fuente de ingresos en dólares, se había convertido desde los años noventa en la locomotora de la economía cubana. Esa decisión estratégica, afianzada por la normalización de las relaciones con Washington durante la presidencia de Barak Obama en 2014, era impopular en algunos sectores de la población que no se beneficiaban de ello y es hoy en día cuestionada. Cuba se ha visto devastada por la pandemia. Según la Organización Mundial de Turismo (OMT), las llegadas de turistas internacionales se redujeron en 2021 en un 65 % en comparación con 2020. “Pero las autoridades cubanas, que habían controlado eficazmente la pandemia el año anterior, en la búsqueda desesperada de divisas, este año han permitido de nuevo el acceso a Cuba de turistas procedentes de Rusia. Los contagios se dispararon y Cuba tuvo más casos de COVID por habitante que todas las grandes naciones latinoamericanas”, según Financial Times[23]. Se registró en la isla un número cada vez mayor de personas contagiadas y de pérdidas de vidas humanas. Sin embargo, en noviembre de 2021, la aceleración de la vacunación permitió limitar las restricciones. Denunciada como una espiral infernal cuyos beneficios son aleatorios, la prioridad otorgada a la “industria sin humo” es criticada por numerosos economistas cubanos. Según el economista cubano Pedro Monreal, el Gobierno había gastado millones de pesos en la construcción de hoteles para el turismo (mayormente con empresas mixtas de capital extranjero), que ya antes de la pandemia estaban ocupados muy por debajo de sus capacidades, mientras la agricultura no se beneficiaba de inversiones públicas. Ya el 12 de julio 2019, bien antes de la pandemia, Monreal alertaba: “[S]e ha disparado el número de habitaciones a pesar de que se ha producido una disminución en el aprovechamiento de la capacidad instalada”. Y se preguntaba entonces: “¿Cuál es la racionalidad económica de continuar con un ritmo frenético de inversión en nuevas capacidades cuando la mitad de las capacidades existentes no se utilizan?” Para concluir: “[N]o tiene racionalidad económica continuar invirtiendo en turismo a los elevados ritmos y niveles recientes[24].” El investigador Mario Valdés Navia compara la importancia de las inversiones inmobiliarias concentradas en el turismo y el descenso en las efectuadas en la salud pública: “Entre 2016 y 2020, la inversión en Salud y Asistencia social disminuyó en dos tercios (…) En el mismo período, la inversión en Servicio empresarial, actividades inmobiliarias y de alquiler ascendió 2,5 veces (…) Este monto extraordinario se invirtió a pesar de que las capacidades instaladas de los hoteles apenas se cubrieron a la mitad en los últimos años[25].”

Para Valdés Navia, “[o]tro factor que explica la disminución en el presupuesto social (…) es el elevado monto de los pagos de la deuda externa renegociada que Cuba tuvo que efectuar a partir del 2015 para honrar sus compromisos con el Club de París”. Reembolsos muy onerosos, aceptados en la perspectiva de una normalización a largo plazo con Washington que resultaría ilusoria. “(…) [E]l servicio de la deuda se elevó del 3 al 12 % del PIB entre 2009 y 2018 (…). Para lograrlo, el gobierno aplicó una política de ajuste a lo cubano: contrajo el sector estatal y redujo drásticamente su presupuesto de gastos e importaciones, lo cual disminuyó la oferta de bienes de consumo en el mercado interno, en particular los alimentos, al no realizarse en tiempo y forma las reformas que estimularían a los productores nacionales para sustituirlas. Al unísono, se estipularon medidas que afectaron la alimentación pública, como el cierre de los comedores obreros y su hipotética sustitución por el pago de un estipendio, algo que solo se aplicó en casos seleccionados y sectores específicos (…) [L]a disminución proporcional de otros gastos sociales (…) [ha] tenido incidencia en la calidad de vida de la población, principalmente entre la tercera edad y sectores vulnerables.”

El papel del Ejército

La responsabilidad y los intereses de GAESA, o Grupo de Administración de Empresas militares, se ven cuestionadas a causa de las decisiones económicas adoptadas, sobre todo la importancia de las inversiones hoteleras. Julián Pérez Rodríguez, profesor jubilado, se subleva contra “el poder absoluto que concentran (…) los órganos militares, cuyas entidades económicas —GAESA, el mayor conglomerado empresarial de la isla— operan con total discrecionalidad, ni siquiera son auditadas por la Contraloría General de la República y no rinden cuentas ante la [Asamblea Nacional del Poder Popular][26]”. El sociólogo Hiram Hernández Castro acusa a “los grupos poderosos que ahora mismo —blindados por la ausencia de medios de comunicación realmente públicos— privatizan los cambios económicos a su favor[27]”.

El ascenso de GAESA se aceleró tras el hundimiento de la URSS. Las FAR tuvieron que reducir sus efectivos y autofinanciarse. A fin de poder atender a sus necesidades, multiplicaron sus actividades económicas, que se expandieron gradualmente hasta hacerse permanentes. Hoy en día, GAESA controla una gran parte de la industria turística gracias al grupo Gaviota, que posee agencias de viajes, alquiler de vehículos e instalaciones hoteleras, en su mayor parte gestionadas por 14 cadenas internacionales gracias a acuerdos de administración y de comercialización[28]. Según un informe de la Oficina de Asuntos Económicos y Comerciales de la Embajada de España, GAESA incluye también empresas de exportación e importación, empresas de construcción militar que invierten en algunos países de África, entre otros en Angola, y gestiona supermercados de ventas en divisas. La corporación CIMEX agrupa comercios minoristas, estaciones de servicio, una red de cafeterías, así como un importante banco (el Banco Financiero Internacional) y la Zona Especial de Desarrollo en el puerto del Mariel[29]. A falta de datos oficiales, las estimaciones sobre el peso de GAESA en la economía varían; para algunos, GAESA representaría hasta el 60 % de la economía de la isla. Emilio Morales, director del Havana Consulting Group, con sede en Miami, considera que esa estimación se ve sobrevalorada por la gran visibilidad de la actividad turística. Destaca que GAESA no participa en sectores claves de la economía cubana, como el níquel, el tabaco, el ron, las biotecnologías. A su juicio, la participación de GAESA podría representar entre un 30 % y un 40 % de la economía cubana, un 90 % de cuya proporción correspondería al comercio minorista en dólares. Sea como fuere, es una proporción considerable y que produce inquietud. La opacidad de las actividades económicas y financieras de GAESA suscita todavía más desconfianza por el hecho de que muchos cuadros procedentes de las FAR están presentes en las instancias dirigentes. El presidente de GAESA, General Luis Alberto Rodríguez López-Callejas[30], antiguo yerno de Raúl Castro es miembro del Buró Político desde el último congreso del PCC, confirmando así el papel clave de la institución como garante de la estabilidad política.

Una legitimidad social y política debilitada

Durante la presidencia de Raúl Castro, el pacto social y el discurso igualitario promovidos desde 1959 sufrieron profundos cambios. Luego de subrayar “la urgencia de introducir cambios estratégicos en el funcionamiento de la economía”, incluyendo la apertura y el apoyo a la iniciativa privada, el Primer Secretario del PCC respondió a las inquietudes precisando que “no se permitirá la concentración de la propiedad” y que “[l]a planificación y no el libre mercado será el rasgo distintivo de la economía”[31]. Afirmaciones desmentidas por decisiones posteriores.

En el plano político, ante el IV Congreso del PCC, el Primer Secretario del PCC había suscitado muchas esperanzas al hablar de “un genuino consenso democrático (…) sin excluir las opiniones divergentes[32]”. Destacaba así la necesidad de “desterrar definitivamente la mentira y el engaño en la conducta de los cuadros”. Exhortaciones que se convirtieron en letra muerta.

La apelación al voluntarismo y a la moral y el rechazo de los privilegios de algunos dirigentes o de sus familias, quedaron sin efecto en ausencia de un espacio democrático público que permitiera denunciarlos.

En doce años de presidencia, el gradualismo reivindicado por Raúl Castro, lleno de eufemismos y de contradicciones en el discurso oficial, acabó por hundirse. Para Raúl Castro, los riesgos sociopolíticos ligados a la expansión de las reformas de mercado podían ser controlados por el PCC a condición de efectuar algunos ajustes internos. No se tuvo en cuenta la fuerza social de una poderosa burocracia, que hoy en día incluye a cuadros militares empleados en empresas del Ejército cuyo prestigio ha mermado. La ilusión de desburocratizar una burocracia sólidamente instalada en sus posiciones de poder ha perdido credibilidad. Al cabo de los años, el poder de las élites se ha reforzado. Sus privilegios, desde luego nada comparables con los de la ex-URSS, se han vuelto más visibles. Su modo de vida en materia de vivienda, automóviles, misiones en el extranjero, acceso a la alimentación y a una atención sanitaria mejor, difiere del que tiene la mayoría de los cubanos. Y esas desigualdades percibidas por la población corroen el sentimiento de unidad nacional. Las advertencias de Che Guevara contra los privilegios han sido olvidadas por los dirigentes cubanos[33].

La promoción de reformas empresariales inspiradas en métodos de gestión capitalistas ha tenido consecuencias cuyos efectos colaterales, sociales y políticos hoy se hacen sentir. Las medidas adoptadas en enero de 2021, en plena pandemia, sobre la reorganización monetaria (Tarea Ordenamiento) han sido objeto de fuertes críticas[34]. Destinada a poner fin a la multiplicidad de tipos de cambio, ha provocado una severa devaluación de la moneda nacional y ha dado lugar a un aumento sin precedentes de la pobreza y de la polarización social[35]. También ha alimentado una inflación que, según estimaciones del economista Pavel Vidal[36] en 2021, ascendía al 470 %, o a más del 500 % durante el primer semestre según un diplomático francés, y que ha afectado directamente el consumo de los más pobres. Fueron éstos sobre todo quienes salieron a la calle el 11 de julio de 2021. La existencia de entidades comerciales donde se venden productos de primera necesidad accesibles solo a titulares —minoritarios— de tarjetas de crédito en divisas ha suscitado un profundo malestar y la desesperación de quienes se sienten abandonados a su suerte. “Una gran cantidad de cubanos y cubanas creímos en una vida buena que parecía posible algún día; hoy ha quedado en larva. Todos los proyectos implementados fracasaron y los que de manera obstinada se implementan se hallan privados de horizonte”—comenta Teresa Díaz Canals[37].

Las manifestaciones del 11 de julio mostraron que el régimen no solo estaba amenazado desde el exterior, sino que también se ha debilitado en el plano interno. El nuevo gobierno de Miguel Díaz-Canel se ve confrontado con desafíos y plazos imperiosos, citados ya, sin embargo, por Raúl Castro el 18 de diciembre de 2010: “O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos (…) el esfuerzo de generaciones enteras.” Advertencias ya formuladas por Fidel Castro desde 2005, pero que no interpelan al sistema político como tal.

Ha transcurrido más de una década, se han aprobado resoluciones, han tenido lugar consultas populares, pero la “actualización del socialismo” se ha traducido en virajes en la estrategia económica y en decisiones a la vez autoritarias y desordenadas.

Después del hundimiento de la URSS, la elección de Hugo Chávez y de gobiernos nacional- populares en América Latina permitieron una modesta recuperación. Pero la coyuntura en América Latina ha cambiado. Apoyada por la ofensiva del senador republicano Marco Rubio y otros cubano-americanos de la Florida, la administración estadounidense ha puesto en marcha una estrategia de sanciones conjuntas con vistas a estrangular tanto a Caracas como a La Habana. Ahora bien, el 40 % de los intercambios cubanos se realizan con Venezuela. La crisis venezolana es también una crisis cubana. La falta de petróleo ha provocado la vuelta a apagones de siete o más horas. Los intercambios económicos y financieros muy favorables establecidos con Brasil, anteriormente segundo socio comercial regional durante las presidencias de Lula y de Dilma Rousseff, quedaron interrumpidos por el golpe de Estado institucional que condujo a la elección de Bolsonaro.

A excepción de Corea del Norte y de Irán, ningún país está sometido a sanciones comparables. Pero Cuba es una isla y no tiene, ni mucho menos, los recursos de esos otros dos Estados. Su proximidad geográfica de los Estados Unidos la hace infinitamente más vulnerable. La Revolución triunfó defendiendo la soberanía nacional y la justicia social, dos pilares que, a pesar de su aislamiento, le permitieron sobrevivir. Pero la redistribución socializada, que respondió a las necesidades colectivas por medio de la protección social y los servicios públicos, ha terminado por considerarse a la vez demasiado “igualitaria” y paternalista. Ese pilar social se ve hoy gravemente amenazado por las reformas en curso. La puesta en marcha de esas reformas amenaza con cercenar uno de los dos pilares en los que se asienta el régimen.

Un debate estratégico escamoteado

El debate sobre la estrategia económica transcurre dentro del aparato del PCC. No ha repercutido en los medios de comunicación oficiales, pero da lugar a incesantes intercambios en numerosos blogs y en las redes sociales. Internet es accesible desde hace tres años, sobre todo en las zonas urbanas. Se pueden distinguir, de forma sumaria, tres corrientes de pensamiento.

La orientación del Gobierno la expresa el Ministro de Economía y de Planificación, Alejandro Gil, para quien “hay que limitar la concentración de la propiedad y la riqueza, un elemento que no es coherente con nuestro diseño de socialismo”, basado en una economía mixta de mercado[38]. Inspiración que proviene de Vietnam, cuya experiencia, llamada socialista, es valorada, aunque adaptada a las condiciones cubanas. La liberalización económica debe preservar los sectores estratégicos de la economía, pero legalizando las MIPYMES, lo que ha hecho constar el Gobierno del Presidente Díaz-Canel. El Consejo de Estado ha aprobado el decreto que autoriza la creación de microempresas (de 1 a 10 empleados), pequeñas empresas (de 11 a 35 asalariados) y empresas medianas (hasta 100 empleados), ya sean privadas, pertenecientes al Estado o mixtas (Estado/sector privado). Varios sectores que se consideran estratégicos, como la producción de azúcar, agua mineral y tabaco, la salud, los medios de comunicación, Internet, la educación, la energía, la informática y el sector inmobiliario, quedarán excluidos. Solo los cubanos o extranjeros que residan de manera permanente en la isla podrán crear o ser accionistas de esas MIPYMES. Los funcionarios del Estado o del Gobierno no podrán ser socios o accionistas de esas nuevas empresas. Esta orientación no cuenta con la aprobación unánime de los miembros del PCC, hay cuadros y militantes que temen su potencial desestabilizador y objetan las concesiones hechas a los cubanos de una diáspora otrora vilipendiada. El Estado ha lanzado un llamamiento para que éstos inviertan en la isla.

Una segunda posición considera que solo la expansión del mercado es capaz de resolver los problemas de la economía. Sus partidarios enjuician la tibieza de unas reformas que no van suficientemente lejos, ni son suficientemente rápidas, no conectan entre sí las cadenas de valor y no favorecen suficientemente las inversiones extranjeras de cara a una economía de mercado estable y viable. Evitar la concentración de la riqueza “[c]omo argumento es pobre” —afirma el economista Mauricio de Miranda—; es un “modelo [que] no solo no ha conducido al desarrollo, sino que es responsable en gran medida de la persistencia del subdesarrollo. No solo no ha propiciado el desarrollo de las fuerzas productivas, sino que representa un freno para ellas porque limita la potencialidad del emprendimiento, debido a consideraciones dogmáticas por una parte y a intereses de la burocracia por otra”[39]. Posición que hace abstracción de los riesgos sociales y minimiza las restricciones derivadas de las sanciones estadounidenses. Más allá de la contestación del régimen y del sistema político en vigor, De Miranda diseña un proyecto alternativo sin contemplar la oposición que suscitaría en la administración estadounidense, salvo que se satisfagan sus exigencias. Cabe recordar que en 2009, cuando el Presidente hondureño Manuel Zelaya quiso modificar el orden constitucional con el objetivo de limitar la capacidad de intervención de Washington en Honduras, un golpe de Estado puso rápidamente fin a ese intento de manera expedita. Se podrían multiplicar los ejemplos en América Latina.

Otra sensibilidad política, la de la izquierda crítica, acusa a la burocratización de las instituciones y al autoritarismo ejercido en todos los ámbitos por el PCC. Y llama a una refundación del socialismo cubano, a una democratización radical de las instituciones como condición de un nuevo desarrollo emancipador, al tiempo que considera que los errores de la estrategia gubernamental no son solo económicos, sino políticos. Esa orientación está presente entre intelectuales y algunos cuadros del partido que animan numerosos blogs, pero también está latente en una parte de la población que defiende las conquistas de la Revolución.

Esas corrientes de pensamiento, sin embargo, no son homogéneas. Valdés Navia resume así las divergencias: están “los que pretenden eternizar el actual modelo socialista estatalista/burocrático, los que desean reformarlo para hacerlo verdaderamente democrático y participativo, o los que procuran destruirlo hasta que no queden rastros de la Revolución Cubana[40]”.

Evoluciones políticas indispensables

A la gravedad de la crisis económica y social se añaden las exigencias democráticas. A pesar de numerosas advertencias, el Gobierno ha ignorado las reivindicaciones políticas de las nuevas generaciones. Ha dado muestras de una miopía cortoplacista, consecuencia de la hiperestatización, de la rigidez y del conservadurismo de quienes, como señala el politólogo Aurelio Alonso, habían aprendido las reglas burocráticas que les permitían mantenerse en el poder[41], y llevado el desarrollo económico del país a una situación de asfixia crónica con graves consecuencias sociales[42]. El funcionamiento de las instituciones del Poder Popular, de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y de los responsables del PCC en las empresas es cada vez objeto de mayores críticas. En Cubadebate, sitio web oficial del Gobierno, Miguel Alfonso Sandelis se pregunta: “¿Por qué persisten ‘teatros’ montados para encuentros con jefes, con sus participantes requete [sic] escogidos y las intervenciones delineadas? (…) ¿Por qué hay lugares donde la atención a la base, es decir, zapatear con los de abajo, es solo una prioridad en los power-point[43]?”

El relato oficial sobre el 11 de julio —una conspiración financiada desde el exterior para derrocar al Gobierno— hace caso omiso del descontento popular. Las palabras del Presidente Díaz-Canel —“la calle es de los revolucionarios”— han sido criticadas por condenar al ostracismo al resto de la ciudadanía.

El desgaste del sistema político y las rupturas generacionales han puesto en evidencia la urgencia de democratizar las instituciones. Han emergido nuevos movimientos disidentes opuestos al régimen, como el Movimiento San Isidro o la plataforma de debate Archipiélago, animada por el dramaturgo Yunior García Aguilera[44]. También nuevas figuras, más activas y más agresivas, acusadas por el Gobierno de estar instrumentalizadas por las agencias estadounidenses. Pero esa financiación y esos apoyos, si bien son incontestables, no pueden explicar la amplitud de las protestas.

Numerosos críticos acusan al Gobierno de no respetar la nueva Constitución aprobada en 2019, que define al Estado cubano como “un Estado socialista de derecho”, y en particular su artículo 56, que reconoce las libertades de expresión, de reunión y de manifestación pacífica. Un primer paso que legitima la diversidad de los actores sociales y de las posiciones políticas que existen en la sociedad. Pero su formulación limita su alcance. “Los derechos de reunión, manifestación y asociación, con fines lícitos y pacíficos, se reconocen por el Estado siempre que se ejerzan con respeto al orden público y el acatamiento a las preceptivas establecidas en la ley”; artículo utilizado por el Gobierno para prohibir la manifestación de oposición que estaba prevista para el 15 de noviembre de 2021 y que había sido convocada por Archipiélago.

La nueva Ley fundamental ha suscitado numerosos intercambios y controversias que recuerdan la importancia de las referencias constitucionales en la historia cubana. La Constitución registra las reformas, pero debería ser complementada por 50 leyes y decretos. En 2022 el Gobierno someterá a referendo una ley que autoriza el matrimonio para todos[45]. Mucho de lo anticipado, sin embargo, no se llega a concretar. Para justificar esos retrasos, el Gobierno invoca la crisis económica, la gravedad de la pandemia y las sanciones. Pero los autores de no pocos blogs denuncian la recuperación del control sobre Internet. El 18 de agosto de 2021 entró en vigor una nueva ley sobre ciberseguridad, en la que se penaliza la “divulgación de noticias falsas noticias, mensajes ofensivos, difamación con impacto en el prestigio del país”. La revuelta social del 11 de julio de 2021 ocasionó centenares de detenciones[46] y condenas a varios años de prisión.

¿Cómo hacer frente al desafío que representa el fin del primer ciclo histórico de la Revolución? En el VIII Congreso del PCC, en 2021, la nueva presidencia no dejó de afirmar: “Somos continuidad”. Paradójicamente, serían el cambio y la reforma democrática del sistema la baza para asegurar la continuidad. Una reforma que concierne en primer lugar al PCC.

El vínculo orgánico entre el Partido y el Estado ocupa el centro de las críticas. El sistema político está sobredeterminado por el artículo 5 de la Constitución, que define al Partido Comunista de Cuba como “único, martiano, fidelista, marxista y leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente vinculación con el pueblo”. La reafirmación del papel dirigente del PCC entra en contradicción, sin embargo, con su definición como partido de la Nación en una sociedad fragmentada social y políticamente.

Para Fidel y Raúl Castro, la unidad y la cohesión en el seno de un partido único son la condición indispensable de la resistencia frente a las agresiones de Washington. Toda división es una amenaza, ninguna oposición política organizada puede ser tolerada. Es esa la razón invocada desde los primeros años para rechazar cualquier disenso, cualquier contestación política, venga de donde venga. La dirección cubana podría hacer suyas las palabras de Xi Jinping: “Toda crítica del partido —y, en su propio seno, toda crítica de la dirección— constituye una peligrosa caja de Pandora.” El papel dirigente del partido no se puede sacrificar en el altar de las reformas políticas, so pena de correr la misma suerte que el PCUS bajo la presidencia de Gorbachov.

El partido único es también un instrumento destinado a manejar las contradicciones sociales y políticas engendradas por las reformas. Su aparato controla estrechamente las instituciones del Poder Popular, en particular la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 98 % de cuyos diputados son miembros del PCC, y el 75 % son funcionarios, mientras artistas, intelectuales, investigadores y otros sectores emergentes apenas están representados.

Numerosos son quienes reconocen que el peso de las amenazas y las agresiones que Washington hace recaer sobre la isla desde hace décadas limita la democracia. No comparten la orientación de los disidentes, pero subrayan el precio a pagar por las desviaciones autoritarias y los hostigamientos indiscriminados que ponen en peligro el propio proyecto revolucionario. El historiador y jurista Julio César Guanche y el profesor de derecho Harold Bertot Triana, en una entrevista para Sin Permiso publicada en octubre de 2021, abordan así la relación entre el Derecho y los derechos ante la protesta social en Cuba: “[Existe] la necesidad de proteger el derecho de un [E]stado soberano (…) a defenderse de la pretensión de otro Estado de ser actor interno en sus asuntos propios (…) No [existen] derechos de participación democrática exigibles si se forma parte, comprobadamente según Derecho justo, de una agenda extranjera de intervención o injerencia sobre cualquier país soberano[47].” Y continúa Guanche en su blog: “La diversidad existe, se expresa, y va a seguir demandando canales de expresión (…) Hay que vivir con ella. Es el país de hoy[48].” Por su parte, en un editorial de La Tizza publicado a principios de ese mismo mes, se afirma que “[e]l socialismo no puede permitirse el lujo de abdicar de las llamadas libertades políticas y dejar ese resquicio abierto a la oportunista explotación de sus enemigos[49]”.

La izquierda crítica quiere romper con un sistema burocrático y autoritario, con la “copia” de un modelo que ha fracasado, quiere refundar el socialismo cubano, condición de su supervivencia. “La Revolución cubana ha transitado con un alto nivel una gran legitimidad; es decir, ha tenido una alta capacidad de construir un consenso mayoritario en la población, [pero] la historia como fuente de legitimidad va perdiendo su peso relativo en el tiempo”, sin olvidar las crisis sufridas. “(…) Por eso el tema del desarrollo democrático y el debate que hacemos ahora, en este momento, sobre la democracia es tan relevante para el destino de la Revolución, para su legitimidad futura (…) [N]o solamente nos tenemos que curar de [la] experiencia histórica liberal [de la República dependiente], sino también de las experiencias de las llamadas ‘democracias populares’, las que no desaparecieron casualmente. Y no hemos reflexionado suficientemente (…) acerca de por qué desaparecieron”— constataba el gran sociólogo Juan Valdés Paz, recientemente desaparecido[50].

En las filas de los castristas más fieles se dejan escuchar voces que se suman a esas mismas aspiraciones. “[E]l socialismo cubano necesita un debate y un nuevo consenso programático (…) Socialismo es socialización, no concentración del poder”—afirma el politólogo Roberto Regalado[51]. Pero se pregunta cómo “[c]onstruir el socialismo en un solo país, por añadidura, en un país pequeño, pobre, con pocos recursos naturales, azotado por huracanes, subdesarrollado, bloqueado y ubicado a solo 90 millas de su agresor, el imperialismo más poderoso del planeta, que le quiere imponer un ‘cambio de régimen mediante el ‘hard power’, el ‘soft power’ o el ‘smart power’?”[52].

Notas

* Con “un antes” y “un después” se hace referencia a la letra de una canción de Silvio Rodríguez.

[1] Cf. Jean-François Fogel y Bertrand Rosenthal, Fin de siècle à La Havane, Seuil, 1993.

[2] Cuyos efectos son harto disuasivos para la obtención de créditos y la conducción de operaciones financieras.

[3] Véase, por ejemplo, la carta que Bob Menéndez, Senador por el Partido Demócrata e influyente figura del establishment cubano-americano, dirigió al Secretario de Estado Antony Blinken el 21 de enero de 2021, en la que lo alerta de que el Gobierno cubano está tratando de aprovechar la pandemia de Covid-19 “para aumentar agresivamente su explotación y tráfico de miles de profesionales médicos cubanos” e insta a la administración de Biden a que ponga fin a “la participación de México y otros países en las prácticas de trabajo forzado del régimen cubano”.

[4] Cf. Arturo Lopez-Lévy, “Protestas en Cuba, causas y consecuencias para un debate desde América Latina”, The Clinic, 21 de julio de 2021.

[5] Rafael Hernández, “Conflicto, consenso, crisis. Tres notas mínimas sobre las protestas”, OnCubaNews, 21 de julio de 2021.

[6] Términos acuñados por los escritores cubanos Ambrosio Fornet (1932-2022) y César López (1933-2020), respectivamente. Cf. Liosdany Figuera Marante, “La cultura cubana de los setenta: Una mirada crítica a una década negra”, Diseminaciones, vol. 4, núm. 8 (2021).

[7] Alina Bárbara López Hernández, “Cuba: dialogar o no dialogar, he ahí el dilema”, La Joven Cuba, 13 de septiembre de 2021.

[8] La expresión “rutinización del carisma” es de Max Weber.

[9] Los puestos principales serían ocupados por militares en activo o retirados. Antes, además, habían sido promovidos al Comité Central siete nuevos miembros, entre ellos el entonces Ministro Presidente del Banco Central de Cuba, Francisco Soberón, uno de los artífices del proceso de recentralización económica que tenía lugar en la isla. (Cf. Mauricio Vincent, “El Partido Comunista cubano se refuerza con vistas a la sucesión de Fidel Castro”, El País, 4 de julio de 2006.)

[10]  Para una visión colectiva de conjunto del proceso de “actualización del modelo económico y social” de Cuba, sus antecedentes y los desafíos a los que se enfrenta en el plano interior y exterior, véase en particular,  “Cuba y el proceso de actualización en la era de Trump”, Edición especial a cargo de Andrés Serbin, en Pensamiento Propio, núm. 45, enero-junio de 2017.

[11] Roberto Regalado, “El ‘Triángulo de las Bermudas’ por el que navega Cuba (I), La Tizza, 12 de abril de 2021.

[12] Mayra Espina, “Reforma y emergencia de capas medias en Cuba”, Nueva Sociedad, núm. 285, enero-febrero de 2020.

[13] Fidel Castro lanzó la “gran ofensiva revolucionaria” en marzo de 1968 y nacionalizó más de 50.000 pequeños comercios, incluidos los de vendedores ambulantes.

[14] “La extensión del mercado no es la solución a nuestros problemas”—había declarado el secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros y miembro del Buró Político del PCC Carlos Lage los días 6 y 11 de noviembre de 1992. Cf. Carlos Lage Dávila, El desafío económico de Cuba, Ciudad de La Habana, Ediciones Entorno,1992.

[15] Julio Carranza, “Cuba y sus circunstancias: socialismo, mercado y propiedad privada”, en El Estado como tal (El blog de Pedro Monreal sobre Cuba), 12 de junio de 2017. Cf. CUBA 11 J: protestas, respuestas, desafíos, Coordinadores: Julio Carranza, Manuel Monereo Pérez, Francisco López Segrera, Buenos Aires,ELAG / Página 12, 2021.

[16] Antonio F. Romero Gómez, “Transformaciones del modelo económico y relaciones externas de Cuba: impactos sobre el Caribe”, en La Caraïbe dans le partenariat stratégique euro-latino-américain UE-CELAC, sous la direction de Éric Dubesset et Carlos Quenan, Institut des Amériques- EU-LAC Foundation, 2021.

[17] Mayra Espina Prieto y Dayma Echevarría Leon, “Reforma y equidad social en Cuba: apuntes sobre la política social y el cuadro socioestructural de la ‘actualización’”, en Betsy Anaya Cruz e Ileana Diaz Fernandez (Compiladoras), Economía cubana: entre cambios y desafíos, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2018.

[18] Hernández, cit.

[19] Andrés Serbin, “Cuba, legados del pasado y retos del presente”, en “Cuba y el proceso de actualización en la era de Trump”, cit.

[20] Serbin, cit.

[21] Cf. Carmelo Mesa Lago, “Problemas sociales y económicos en Cuba durante la crisis y la recuperación”, en Revista de la CEPAL, núm. 86, agosto de 2005.

[22] Roberto Regalado, “Defensa inclaudicable y refundación revolucionaria del socialismo cubano”, La Tizza, 26 de agosto de 2021.

[23] Michael Stott y Marc Frank, “‘There is no food, money or work’: how shortages fuelled Cuba protests”, Financial Times, 16 de julio de 2021.

[24] Pedro Monreal, ¿Debería moderarse la inversión en el turismo en Cuba?El Estado como tal (El blog de Pedro Monreal sobre Cuba), 12 de julio de 2019. Del mismo autor y sobre el mismo tema, véase también, por ejemplo, @pmmonreal, 8 de noviembre de 2019. (https://twitter.com/pmmonreal/status/1192541765758332933) y “Gestión macroeconómica anti- crisis en Cuba: dos elefantes en la habitación”, en El Estado como tal (El blog de Pedro Monreal sobre Cuba), 30 de abril de 2019.

[25] Mario Valdés Navia, “La necrotendencia en Cuba”, La Joven Cuba, 18 de agosto de 2021.

[26] Julián Pérez Rodríguez, “No es una pieza: es toda la maquinaria”, La Joven Cuba, 25 de agosto de 2021.

[27] Hiram Hernández Castro, “Plebeyos en una pelea cubana por los conceptos”, Periodismo de Barrio, 28 de diciembre de 2020.

[28] Granma, 26 de mayo de 2021.

[29] Ángel Bermúdez, BBC Mundo, 16 y 17 de junio de 2017.

[30] Presentado como consejero del Presidente Díaz-Canel en un reciente viaje oficial a México.

[31] Raúl Castro, discurso en la clausura del Sexto Período Ordinario de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, 18 de diciembre 2010.

[32] Declaración que suscitó el escepticismo de los investigadores del Centro de Estudios de las Américas (CEA), tratados como “quintacolumnistas” en 1996 por Raúl Castro, entonces Segundo Secretario del PCC, y dispersados en otras instituciones.

[33] Pero queda la referencia. Cf. Luis Emilio Aybar, “‘Lo más puro de mis esperanzas de constructor’. Concepción y práctica del desarrollo en el Che Guevara”, La Tizza Newsletter, 21 de diciembre de 2021, y Aurelio Alonso “Discutirla, con veneración e irreverencia. A propósito de la carta de Che Guevara a Fidel, 25/04/1965”, La Tizza, 28 de enero de 2019.

[34] Cuba 11J: protestas, respuestas, desafíos, cit.

[35] Alina Bárbara López Hernández, “En Cuba, el inmovilismo ya no es una opción”, El País, 15 de noviembre de 2021.

[36] Pavel Vidal, Cuba Standard, Economic Trend Report Fourth and First Quarters 2020/2021.

[37] Teresa Díaz Canals, “La filosofía salva”, El Toque, 15 de octubre de 2021.

[38] Emisión difundida en la radio cubana del programa de televisión Mesa Redonda, 3 de agosto de 2021.

[39] Mauricio De Miranda Parrondo, “El ‘modelo’ económico cubano y la persistencia del subdesarrollo, La Joven Cuba, 10 de septiembre de 2021. 

[40] Mario Valdés Navia, “Inxilio ciudadano y diálogo nacional”, La Joven Cuba, 15 de septiembre de 2021.

[41] Aurelio Alonso, “Nota incompleta sobre la institucionalidad” (manuscrito de marzo 2009).

[42] Jorge Mario Egozcue “Cuba—El cambio interno y la política norteamericana, en busca de la racionalidad perdida”, en Cuba, Estados Unidos y América Latina frente a los desafíos hemisféricos, Luis Fernando Ayerbe (Coord.), Barcelona, Icaria Editorial (Colección Pensamiento Propio), 2011.

[43] Miguel Alfonso Sandelis, “11 de julio, del trauma a la oportunidad”, Cubadebate, 21 de septiembre de 2021.

[44] Abandonó después Cuba para refugiarse en España.

[45] Había suscitado una fuerte oposición por parte de la Iglesia católica en el debate sobre la Constitución en 2019, por lo que entonces se aplazó su aprobación.

[46] Según la ONG Cubalex, se habrían producido 612 detenciones.

[47] Julio César Guanche y Harold Bertot Triana, “El Derecho y los derechos frente a la protesta y la diversidad sociales en Cuba, Sin Permiso, 20 de octubre de 2021.

[48] “Sobre el 16N”, en La Cosa (el blog de Julio César Guanche), 16 de noviembre de 2021.

[49] “O Guisa o Praga”, Editorial de La Tizza, 1 de octubre de 2021.

[50] Juan Valdés Paz, “El ojo del canario es el poder revolucionario”, palabras leídas por su autor durante la primera sesión de “Problemas y desafíos de la democracia socialista en Cuba hoy”, Instituto Cubano de Investigación Cultural (ICIC) “Juan Marinello”, La Habana, 9 de diciembre de 2020, en La Tizza, 30 de diciembre de 2020.

[51] Roberto Regalado, “Defensa inclaudicable y refundación revolucionaria del socialismo cubano”, cit.

[52] Roberto Regalado, “Reflujo de la izquierda latinoamericana (II)”, La Tizza, 7 de junio de 2021.

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